Los
primeros asentamientos en la zona datan de la época
de dominación romana, con el establecimiento de
las primeras vías de comunicación en el territorio.
La Villa fue fundada en el año
1657, por voluntad del rey Felipe IV, en el mismo sitio
que sirvió de señorío a las Monjas
Bernardas de San Andrés de Arroyo.
Ya anteriormente, en tiempos de Fernado III, sin existir
poblado alguno, tanto las aguas del río como los
terrenos que pertencieron al patrimonio real, se ortorgaron
al convento de las monjas de San Andrés para que éstas
tuvieran señorío y vasallaje. Fue así como
en un pequeño recodo del río, aprovechando
las aguas del Pisuerga, edifican en el término
de Alar un molino, un batán y una pequeña
casita, edificios que con el tiempo y la llegada de nuevos
adelantos en el mundo de las comunicaciones, se incrementarán
y harán que surja la nueva población de
Alar.
Motivo de este progresivo incremento fue
la apertura al tráfico del Canal
de Castilla y, años más tarde, ya en
plena mitad del siglo XIX, la elección de Alar del
Rey como punto de arranque de una de las primeras líneas
férreas que circularon en España, nos referimos
al ferrocarril de Isabel II, más tarde conocido
como de Alar a Santander.
La construcción
y el posterior mantenimiento de la vía férrea
contribuyen al incremento de población que Alar
experimenta en esos años. Comienza entonces un desarrollo
industrial que tiene su esplendor a finales del siglo XIX
y principios del XX con la aparición de varias industrias
galleteras.
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