Existen vestigios de un antiguo castro inmediato al caserío, en una finca de labor que linda con la iglesia parroquial, próxima al pueblo y cerca de las eras. Es conocida con el nombre de "El Torrejón" por los restos de una construcción defensiva medieval perteneciente al Señorío de Frías. Estas ruinas se han conservado hasta hace poco, pero hoy los muros están a un metro bajo tierra por la actividad agrícola.

Las cercanías de Calahorra de Boedo estuvo habitada por los vellicios, pueblo prerromano cántabro. Este clan se dedicaba tradicionalmente a la caza y al bandidaje, por carencias de cereales e instrumentos agrícolas.

Durante las guerras celtibéricas, muchos castros vacceos y cántabros palentinos quedaron prácticamente destruidos, si bien algunos resitieron ante los romanos. Los valles del Boedo y la Ojeda quedaron desérticos tras la caida del imperio románico. Se fueron repoblando a partir del siglo IX. Estudios recientes aseguran que la repoblación de Herrera y sus cercanías vendría fuertemente impulsada por los Condes de Liébana, Alfonso y Justa, durante el reinado de Fruela II, entre los años 924 y 929, para culminar tal proceso repoblador entre finales del siglo IX y principios del X.

Una vez garantizado el entronque y arraigo lebaniego, fueron los delegados regios condales, con capacidad de liderazgo y granjeados del respeto popular, quienes en un segundo y gran esfuerzo abandonaron los páramos para adentrarse en las lomas y valles que recorrenlas comarcas de la Ojeda, como fue el caso de Calahorra de Boedo, la Valdavia y Saldaña.